miércoles, agosto 27, 2008

Un cariño usurpado

"Es por eso que te quiere mucho. Su primer hijo se murió y tu asumiste ese querer".
¿Qué pasa por la mente de una madre que ha perdido a su hijo? ¿A dónde va ese cariño acumulado durante nueve meses y que, por las vicisitudes de la historia personal, se lo arrebatan sin aviso? ¿Cuánto dura un cariño muerto? y hasta dónde puede usurpar ese sentimiento estancado en el que viene, en el otro hijo. ¿Se puede lograr el cambio de piel, de ojos, de sonrisa, de, en suma, un nuevo ser?
Como si a costa de un trauma, aquel otro hijo asume la posición del que se fue e inconscientemetne atesora el amor maternal ajeno. Que nunca fue de él.
¿Cómo cargar con un amor que no te pertenece? y hasta que extremo se sigue con desdichas eternas que nos persiguen hasta la muerte.
Mutantes de amor, siguen la senda que la estela espumosa de residuos afectivos dejó un amor original ido.
Ya ni las enfermedades que laceran el cuerpo pasan los límites de la desdicha subyugada de aquel que ha robado un ser, un cariño, que tal vez nunca le perteneció.
Cuando se percibe estas formas de la nada - porque toda usurpación es nadería - se percata entonces de que la vida, en todas sus acepciones, es una mierda que levita con su traje oscuro y su rostro velado.
Orfandad.

viernes, agosto 22, 2008

¿Recuerdo?

Dices que antes te hacía levitar. Que su presencia imponente atenuaba todo problema en casa, en el trabajo, hasta en tu descalificada vida.
Una vez te dormiste en sus sábanas, sin siquiera sentir su brisa como mil agujas que laceran tu cuerpo. Te dormiste al pie de un árbol y quisiste que la vida fuera eterna. Te derpestaste y honraste la vida, glorificaste tus días, te llenaste de júbilo: contemplabas aún el vaivenear de su cuerpo sempiterno.
Sentías un gran respeto, a veces hasta temor. Aquel día, te sumergiste en sus brazos hasta llegar a la calma que reina muy adentro, volteaste y el palpitar de la vida se esfumaba de tus sentidos; como figuras borrosas veías a todos en la lejanía de mil desdichas y, más allá de todo obstáculo que nunca venciste, en ese instante eterno para la memoria, te libraste de todo, venciste todo, te sentiste Dios y Hombre, recuerdo y olvido, felicidad y desdicha, vida y muerte.

miércoles, agosto 13, 2008

Carta a Violeta

Cuando Gustavo Valcárcel escribió Carta a Violeta - su eterna amada - tal vez nunca imaginó el eco sempiterno que, con el trotar de los años, este poema traería.
Resumo el poema:


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Después de tantos meses de silencio
sentí esta mañana el deseo de escribirte
de escribirte una cosa muy sencilla:
para tanto amor, hemos sufrido poco,
para tanto amor, hemos hablado poco,
para tanto amor, no hemos vivido nada.

Vivir -¿me oyes?- vivir un día nuevo
en el que nadie nos persiga
ni nadie nos embargue
ni se nos corte la luz por unos pesos
ni se nos acuse de extranjeros.

Vivir un día nuevo
en el que trabajemos sin lágrimas ni odios
pudiendo sentirnos camaradas de todos
y en el que por fin nos sea devuelto
el Perú de nuestras entrañas, nuestro Perú del llanto.

Vivir -¿me oyes?- vivir un día nuevo
en el que la vergüenza no nos astille el ojo
como cuando se enteran nuestros hijos
de esta paternal orfandad de dos monedas.

Vivir un nuevo día. Un día, en suma,
en el que podamos cantar todos los hombres
después de sentarnos en la yerba
a jugar a la comidita
-como dice nuestra hija-
sin que a nadie le falte qué comer.
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viernes, agosto 08, 2008

El compromiso

Para sobrevolar los límites de la subjetividad y la monótona vida de este blog, tal vez el ofrecimiento de algo – llámese interés, curiosidad o cultura – sea el abrigo que nos proteja contra la estupidez extrema. Curiosidad mía que pretendo atomizar y diseminar por las fronteras humanas – siendo el arte lo estrictamente humano –, aunque tenga la certeza de una deshumanización latente que roza los limites de la estulticia.
Es así que procuraré, con el perdón de una ignorancia planetaria, garabatear percepciones sobre el interés personal.
Si asumimos el compromiso consistente de proporcionar algo sin desmayar en el intento, quizá algo irá creándose en nosotros. El mío es un compromiso tenue, pero, a pesar de todo, lo es.
Pero el que se asume como una forma de deposición íntima, de ceguera de éxitos personales, de caravana de hombres felices como fin supremo, de, en suma, la utópica equidad en nuestra condición efímera y humana, sea en realidad el compromiso que pocos, con el trotar de los siglos, han querido dejar; o como bien lo dijo Emmanuel Lévinas “lo humano del hombre es desvivirse por el otro hombre”.