viernes, octubre 23, 2009

Resumiendo...

Intermitencias de un proyecto. Alternancias entre seguir en la brega y la desidia de saber que no hay un rumbo. Ideas que se gestaron y se murieron abstractos y abortivos. Planes que sucumbieron ante la amenaza de una piedra. Piedra que nunca se atravesó porque la creyeron roca cuando en realidad era papel arrugado. Visión miope de las cosas. Motivos paridos de alegrías efímeras que desembocaron y se ahogaron. Muerte causada sin haber partido. Infinitos desvaríos. Mundo que no nos necesita. Necesidad de crear uno paralelo. Hijos del flagelo. Hijos de Freud, del moquillo, de la gota. Vida subastada a la ridiculez. Marioneta que ya no puede ser el proyecto. Suicidio. Decisión que lidera al trampolín de fantasías, que la sobrepasa, que la quiere y la respeta y la abraza y la sigue. Siempre alternando con ella, haciéndola amiga, camarada, madre...

domingo, octubre 18, 2009

Recordándote un poco

Hoy al regresar del Centro Cultural de España, solo había un asiento en el bus, aquel que está de espaldas hacia el paisaje.
Bastó descubrir que era el único en todo el carro para que me acordara de Ribeyro. Era aquel que contradice a todos y la mirada por la ventana consiste en un alejamiento de algo, no en una forma de acercarse a algo, como los demás asientos. Me senté y me acordé del gran cuentista. Alguna vez Julio Ramón había dicho que este tipo de asiento consiste en una huida. Mientras alguien se sienta con la mirada hacia el paisaje que viene sabe que se acerca a algo, que está próximo a un encuentro, a un objetivo, la llegada al destino. Pero aquel que se sienta con la vista del paisaje que se aleja siente que todo le pasa, que deja lugares y que no visiona lo que viene, que la proximidad es un incierto. Todo se aleja, todo le huye, todos le huyen. No puede observar aquello a lo que fue a buscar.

Pero, para tratar de despertarlos del tedio, escuchemos mejor a las palabras de Ribeyro que en seguida abro mi libro Prosas apátridas donde él nos manifiesta las ideas mal expuestas en el párrafo anterior:

"Viajar en un tren en el sentido de la marcha o de espaldas a ella: la cantidad física de paisaje que se ve es la misma, pero la impresión que se tiene de él es tan distinta. Quien viaja en el buen sentido siente que el paisaje se proyecta hacia él o más bien se siente proyectado hacia el paisaje; quien viaja de espaldas siente que el paisaje le huye, se le escapa de los ojos. En el primer caso, el viajero sabe que se está acercando a un sitio, cuya proximidad presiente por cada nueva fracción de espacio que se le presenta; en el segundo, solo se aleja de algo. Así, en la vida, algunas personas parecen viajar de espaldas: no saben a dónde van, ignoran lo que las aguarda, todo los esquiva, el mundo que los demás asimilan por un acto frontal de percepción es para ellos sólo fuga, residuo, pérdida, defecación".

jueves, octubre 01, 2009

Algo tarde...

Y seguía con los tormentos desde su nacimiento abortivo. Desde los pasajes inesperados cuando alguien le abrigó para reemplazar la guarida calurosa de un vientre. Tenia que salir, tenía que contemplar los instantes precisos que su cabeza asomaba a un mundo distinto, dichoso, alegre… detestable. Pero seguía ahí, lo observaba todo y se preguntó si no se había equivocado de tiempo, de espacio o acaso de circunstancia. Pero tuvo que aceptarlo, correr el riesgo de entregarlo todo, el riesgo del nunca dado, nunca recompensado, jamás felicitado. Y de pronto alguien aparece y se lleva nuestras vidas. Y sigue esa forma del desvivirse por el otro, tanto que a veces alguien grita para que la vida nos sea devuelta, pero es tarde. Como tarde también el regreso al vientre de fogata de donde tal vez nunca debimos salir, como tarde nuestras muertes postergadas.