jueves, enero 28, 2010

La Casa de la tortura

Balance de todos estos tiempos en la Casa. Sin rumbo. Sin plan. Sin estrategias. Todo al caballazo. La improvisación a toda marcha. Presupuesto invisible. Pero, ¿en qué estuve pensando al confiar en un Estado que no le interesa la cultura? !Que nunca le interesó! Entonces el error es compartido. La meta: medio millón. ¿planeada acaso por un grupo de intelectuales que se sentaron en una mesa redonda y edificaron el objetivo? No. Medio millón, ¿tal vez llegada desde un comunicado de catedráticos de literatura que aportaron sus opiniones sobre un plan estratégico? Tampoco. Esta meta no es más que una frase disparatada de un presidente que, botando uno de sus egos frente a periodistas serviles o frente a una adminitración también esclavizada, dijo, sin que nadie le contradiga: "quiero medio millón". Y fue así que todos comenzaron a empujar la rueda sin importarles siquiera si aquel visitante le interesó, por asomo de unos minutos valiosos, la Literatura en sí. Y el público objetivo. No, eso no importa. Todos cuentan, todos vales... por lo menos para cruzar el umbral de la entrada. !Ya está! !Ya ingresó! Cosa tan absurda.

Toda idea parida de la propia improvisación no es más que un nacimiento abortivo. Y yo, ocupando un cargo para alimentar el ego de un presidente que siempre he aborrecido. Haber discutido cuestiones políticas con compañeros apristas, haber odiado al Apra, gran juez de las elecciones del 90, por la nunca asención de Vargas Llosa a presidente, haber querido entrar a la política algunos años atrás...ya no valen, ya no cuentan, pues, al parecer, soy parte de un juego que surgió del capricho del señor Alan García. Me niego a seguir siendo un peón más de un presidente que no sabe, ni por asomo de intuición, lo que ocurre día a día en la Casa. El día en que una institución pública cultural tenga una administración con lo suficientes cojones como para pedir un presupuesto decente, ese día ya no lloverá más sobre mojado, ese día el respeto habrá dejado de ser una palabra extraña para la cultura. Ese día, quizá, será el inicio de una etapa de revolución cultural en la cual aún mantengo la esperanza.