jueves, abril 10, 2008

El autómata

Soy un autómata. El envolvente estado de putrefacción mental que me aqueja me lleva a efectos nefastos como ese. Claro, la plural y conspiratoria gama de sucesiones hacia el olvido neuronal y crítico tienen peso propio. De repente busco trabajo. Lo encuentro. Sobrevivo. Me vuelvo en una máquina que aún no fabrican. Y todo se vuelve sistemático, monótono, trivial, o tal vez netamente humano pues de nosotros todo se espera. Nadie te pide que pienses: no genera ingresos.

La utopía letraica

Topo por las calles con dos absortos lectores de Borges. Me dice mucho. Usual es no tener nada entre las manos sino periódicos. Ficciones sostenía uno, El Aleph, abrazaba el otro. Esas imágenes gratificantes se asoman de cuando en cuando para engañarme a jugar. Jugar que somos lectores empecinados sin otras ganas más que la de hermetizarse en la historia de un libro. Jugar a la reminiscencia de lo trivial y el recuerdo hechicero de la cultura, a la comidita con grasa copiosa que nadie prueba y experimentar la penitencia libresca que a todos nos vuelve tísicos. Jugar a vivir en un mundo hipotético donde todos somos realmente humanos.