viernes, agosto 22, 2008

¿Recuerdo?

Dices que antes te hacía levitar. Que su presencia imponente atenuaba todo problema en casa, en el trabajo, hasta en tu descalificada vida.
Una vez te dormiste en sus sábanas, sin siquiera sentir su brisa como mil agujas que laceran tu cuerpo. Te dormiste al pie de un árbol y quisiste que la vida fuera eterna. Te derpestaste y honraste la vida, glorificaste tus días, te llenaste de júbilo: contemplabas aún el vaivenear de su cuerpo sempiterno.
Sentías un gran respeto, a veces hasta temor. Aquel día, te sumergiste en sus brazos hasta llegar a la calma que reina muy adentro, volteaste y el palpitar de la vida se esfumaba de tus sentidos; como figuras borrosas veías a todos en la lejanía de mil desdichas y, más allá de todo obstáculo que nunca venciste, en ese instante eterno para la memoria, te libraste de todo, venciste todo, te sentiste Dios y Hombre, recuerdo y olvido, felicidad y desdicha, vida y muerte.