jueves, septiembre 11, 2008

Impresiones

Presentaciones sobre personajes que hicieron Historia.
Los chicos desfilaban al frente para introducir sus mp3 y presentar sus “exposiciones”.
El parámetro impuesto por el ‘profesor’ me pareció, desde un inicio, injusto.
Y él, como imagen, un ocaso, un tenue discurrir sobre naderías.
“En este curso quiero que se relajen, que se vacilen”. Ahí se suicidó.
¿Presentar a hombres tan nobles como Carrión, Vargas Llosa (como escritor), y a José María Arguedas y, desde mi otro extremo – el Catolicismo – a esos santos venerados como San Martín y Santa Rosa en cinco efímeros minutos? Bueno, ustedes dirán, pero era para perder ‘el miedo escénico’.

Para aquel que ignora lo que estoy escribiendo, resumo: curso de Redacción Publicitaria. Trabajo: exponer sobre personajes indiferentes a esa ‘disciplina’. Objetivo: aún no lo sé.
La forma en cómo se tenía que presentar era libre. Claro, libertad encerrada en los herméticos cinco minutos.
De mi participación no me acuerdo. Mejor.
Pero la constante es esta: expusimos sobre personajes que desconocemos. ¿Qué encierra eso? La eterna desidia por la investigación. ¿Acaso alguien – aparte de uno o dos compañeros que conozco – ha leído a Arguedas o Vargas Llosa para hablar sobre ellos?
Y desde luego, las palmas se lo llevaron aquellos ‘creativos’ y fieles devotos de Santa Rosa con una parodia digna de un humor atiznado.

Recuerdo cuando Vargas Llosa dudó de su vocación literaria. Fue en San Marcos. Él nos lo recuerda en El pez en el agua. Decía que aquel profesor de diminutas manos y unos encendidos ojos azules, dictaba tan elocuentemente su cátedra sobre Historia que, una vez que se iniciaba su clase, todos creaban imágenes mentales para remontarse algunos siglos atrás y dibujar con las palabras del ilustre profesor sanmarquino. Era Raúl Porras Barrenechea. El escritor entonces se preguntó si quería realmente ser eso: un escritor, o, por el contrario, y atraído por los pasajes de la Historia tan bien contadas por su maestro, un historiador.
A lo que quiero llegar es a esa marca indeleble que dejan las palabras. La influencia que, con el trotar de los años, recibimos y las hacemos nuestras.
A falta de buenos maestros, se busca refugio en los libros. No es gratuito que haya muchos que escogen el camino de la autodidáctica, entonces.
Seguiremos desfilando al frente, tal vez encontremos buenos trabajos en un futuro, nos llenaremos de elogios y dichas, y, dentro de todo, eso es lo que realmente importa ¿no?
¿Cuándo se jodió la universidad, Savalita?