miércoles, abril 23, 2008

Gracias Neruda

Ayer – hacía ya mucho que no ocurría esto – tuve la sospecha de estar desperdiciando el tiempo.
Ocurre que me levanto y me abraza la apatía.
Ocurre que la modorra quiere aún retenerme cuando el almuerzo ya está en la mesa.
Cada acto, entonces, se vuelve de una proeza que ni con todas las fuerzas que no tengo, debo realizar.
Si, ya lo había escuchado: la vida en sí no tiene sentido, eso es inapelable. Pero lo cierto es que el condimento sustancial que le otorgamos hace que adquiera un sentido, pues si no lo tiene: hay que dárselo. ¿Cómo? Teniendo un norte claro y alcanzable.
Pero ayer, al entrar a la universidad, el simple hecho de mostrar mi carné al vigilante –cosa cotidiana, ridícula, monótona- fue toda una hazaña que, siguiendo las creencias religiosas, ya me hubiera ganado el cielo: cuando la desidia no nos suelta, mover el dedo nos parece haberlo ganado todo.
Una vez dentro, por las alternancias de ideas que vienen y fugan, vino una que no pudo haber sido tan oportuno en otro momento.
“Sucede que me canso de ser hombre” fue el latigazo ardiente que vertieron en mis sesos.
“Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra”.
Y Neruda seguía con su WALKING AROUND, aquel poema que nos dibuja a todos en algún instante de nuestra amargura existencia de ser lo que es y no poder pegar el grito de cambiarlo.
“No quiero para mí tantas desgracias” sí, la duda sobre el reflejo del hombre se disipa con ese verso. ¡Cómo nos entendía!
Ayer fue martes. Pero lo sentí más lunes que domingo tal vez por encajar unos versos que siguen del mismo poema:
“Por eso, el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel”
Alguna vez escuché a alguien decir que leía poesía no para sentirse en un estado levitativo o para sosegar el espíritu, sino, y tal vez tenga razón, para desintoxicarse del día a día.
Por comprendernos a pesar de nuestras complejidades y por verter el agua desbendecida que engullimos con placer, gracias Neruda.