domingo, diciembre 13, 2009

La profesora de piano

Quien por estos tiempos aún se encierra en una vida conservadora e hipócrita, mejor que no vea esta película.
Quien gusta de Hollywood y todas las heces que nos bombardea a través de la pantalla con popcorn como postre y una coca cola al lado, no debe ver esta película.
Quien tiene la vida como las aguas de una laguna, tan calmada, tan pacífica, tan ala (Vallejo dixit), esta cinta sería el huracán Katrina.
Las películas de Michael Haneke, director de La profesora de piano, encierran el desconcierto de saber que todos tenemos un lado oscuro poco habitable y que no son muchos los que manifiestan esas personalidades sádicas, morbosas, perversas, chocantes y reprimidas.
Si no tienes una libertad mental y sin prejuicios, quizá películas como esta te causen una alteración en tus días.

La profesora de piano cuenta la historia de Erika, una decadente solterona que bordea los 40 y cuya madre es la personificación de su vida reprimida. Ella encuentra dos caminos opuestos y conflictivos pero atrayentes y necesarios que fluyen como ríos paralelos: el arte que encuentra al enseñar la música de Schubert y Schuman (aceptable para una sociedad burguesa decadente), y el sexo en todas sus interpretaciones humanas (marginable para la misma sociedad hipócrita).

Es así que Erika sale de casa a enseñar a tocar el piano y que, antes de regresar a casa, los instintos más remotos que alberga brotan como un torrente que mantuvo durante años dormido. Se dirige a una tienda pornográfica donde sorprende a todos con su presencia, saluda a uno de sus alumnos que se averguenza de ser encontrado ahí por su profesora y sigue su camino a unas cabinas privadas; es la manifestación de querer sosegar un placer, de atenuar la angustia corporal que existe en todos, es el instinto humano en su plena osadía desnuda.

En uno de los recitales de Schubert y Schuman, Erika conoce a Walter, joven prodigio en la música que encontrará la manera de seducir a su profesora ignorando que ella es el resultado de una represión contenida, callada, y que jugará a las perversiones sexuales como una forma de liberación. Se demuestra aquí lo que muchos escondemos como un empaque que nadie debe verlo: la satisfacción y el placer que produce el dolor.

Ya lo había escuchado: el cine de Haneke no es para salir de una de sus películas con la sonrisa y la satisfacción de entregarte todo contado, no.
Escondido y Juegos macabros películas que también encierran la genialidad, guardan la misma sensación de incomodidad después de verlas.
La profesora de piano es una sensación que roza con la privación del erotismo y que desencadena en la aberración sexual. No recomendada.