lunes, septiembre 22, 2008

No son solo niños...

Y Paco seguirá llorando. Humberto, también, seguirá gritando, pregonando, aullando que su padre lo puede todo, porque todo lo tiene: el dinero.
Y da ganas de decirle a Paco: Paco, carajo, levántate y sácale la mierda. No te dejes maniatar. Pero Paco, ¡ay' seguirá llorando.

Y llora por las injusticias del niño Humberto. Por los ojos descoloridos por la tristeza, por el miedo, por el dinero que envuelve a los Greeve en una arrogancia inefable.

Retumba en la mente: Paco somos todos. Como un eco eterno Vallejiano que nos habla desde el Mountrouge. No, no lo traigan. Que se quede para siempre allá, ¿aquí? ¿para qué? si solo encontró desdichas y engaños en esta Lima la horrible.

El niño Greeve es un sistema. ¡Cómo negarlo! En la constancia del sometimiento hacia el débil, hacia Paco, el niño Greeve no es un niño, sino una creación del poder, un instrumento de saciar, con perjuicios regados, el Yo y el solamente Yo.
Fariña, en sus insistencias de animar a que se defienda Paco, acaso encuentre la vejación sin remedo de la creación de la arrogancia.

Ni Dios, si acaso existe, puede remolinar a Paco y a Humberto juntos, como dos hermanitos. Pero tal vez quede la sospecha de saber que Dios es el viento que nos empujará hacia un porvenir incierto, abismal, pero dichoso.