jueves, abril 09, 2009

Intentos

Es como una muerte lenta, parsimoniosa, alargada hasta los extremos del cuerpo provocando unos suplicios de socavón. Sí, te habían matado Lunita. Y lo peor de todo es que así lo decidiste. Te aferraste a una independencia ilusoria y ridícula que te costaron las ganas de seguir bregando. Hay, Lunita, quisiste ser tú mismo cuando en realidad ya nunca podías serlo. Ahora, lo peor de todo es que caminas sin cabeza y siempre ensanchando la ruta que te lleva hacia el elemento.

Cuando tenías los pantalones cortos y fangosos te aferrabas a la frágil idea de que en el mundo nada era malo. Que había un Dios celestial que largaba su bondad espiritual hacia todos los hombres, que mamá y papá eran siempre tus héroes favoritos de todas los dibujitos que veías – y que te entontaban, ciertamente –, que el rencor y la venganza eran solo eso: simples palabras abstractas.

Cómo te habían cegado la vida, Lunita. Ahora todo te llega como ráfagas punzantes no dándote tiempo de levantarte, siquiera, de la anterior estaca.
Ahora que piensas que has conquistado una ilusa emancipación, te percatas de que la vida encarcelada en una burbuja irreal, fue tan cruel como la muerte que te va circulando lentamente.

Y gritas y blasfemas contra quienes ya no pueden cambiar sus vidas. Pero eres injusto al no escupirte en la cara porque, en realidad, fuiste tú quien eligió esto.
Y lo pero de todo, Lunita, es que así lo decidiste.